Editorial Hijos de Muley Rubio

Última conversación con Francisco Márquez Villanueva: laureado en EE.UU y olvidado en España

 

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Francisco Márquez Villanueva, en blanco y negro
Francisco Márquez Villanueva, en blanco y negro

“Un poco tardío”, me dijo el profesor Francisco Márquez Villanueva, en conversación telefónica desde Harvard una semana antes de morir. Allí era catedrático emérito de una de las universidades más importantes del mundo. Se refería al doctorado Honoris Causa que acababa de otorgarle la Universidad de Alcalá (Madrid). Porque Márquez Villanueva, que se reconocía seguidor independiente de Américo Castro, era “el último exiliado”, según le hacían llegar sus discípulos. El icono de la cultura española en Estados Unidos era en España un gran desconocido, porque desde 1959 “cuando me expulsaron de la Universidad de Sevilla” precisamente por seguir las enseñanzas de don Américo, su vida había sido un exilio permanente y un vacío peninsular constante.

Como recuerdo y gratitud al viejo profesor y maestro, reproduzco una parte de la «Silva moral al Siglo de Oro» de Lope de Vega y su críptico y postrero homenaje a Miguel de Cervantes, tan querido por Márquez Villanueva, memoria de unos tiempos que no cambian nunca:

¡Ay del señor que sus vasallos deja
al cielo remitir la justa queja!
Viendo pues la divina verdad santa
la tierra en tal estado,
el rico idolatrado,
el pobre miserable
a quien ni aun el morir es favorable,
mientras más voces da, menos oído,
el sabio aborrecido,
escuchado y premiado el lisonjero,
vencedor el dinero,
José vendido por el propio hermano,
lástima y burla del estado humano,
y entre la confusión de tanto estruendo
Demócrito riendo,
Heráclito llorando,
la muerte no temida,
y para el sueño de tan breve vida
el hombre edificando
ignorando la ley de la partida,
con presuroso vuelo
subióse en hombros de sí misma al Cielo.

Soneto
 

Lisboa por el griego edificada
ya de ser fénix inmortal presuma,
pues debe más a tu divina pluma,
docto Gabriel, que a su famosa espada.

Voraz el tiempo con la diestra airada
no hay imperio mortal que no consuma:
pero la vida de tu heroica suma
es alma ilustremente reservada.

¡Mas ay! que cuando más enriqueciste
la Patria, que su artífice te llama,
por la segunda vida que le diste,

Ciprés funesto tu laurel enrama,
si bien ganaste en lo que más perdiste,
pues cuando mueres tú, nace tu fama.

 Conversación completa con Federico Utrera en el blog sobre videoarte y cultura pinchando aquí.

 

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