“Un día tendremos un arte optofonético, que nos permitirá ver música y escuchar imágenes simultáneamente. Esto será la verdadera revolución en el arte”, vaticinó el pensador, fotógrafo y pintor húngaro Moholy Nagy (1895-1946), otro sabio enterrado por las miserias humanas de la Historia, como Nikola Tesla. La representación del “Tristán e Isolda” de Richard Wagner en el Teatro Real de Madrid ha suscitado la misma conmoción y alborozo que ya tuvo lugar hace 9 años en París. Poco ha cambiado la sucursalidad desde los tiempos de Goya. Pero no trata esta crónica de los avatares históricos del evento. Como primer –y hasta ahora único y clandestino– biógrafo del videoartista norteamericano, Bill Viola, autor de la escenografía, Federico Utrera no realiza una crítica musical sino visual, pues cree que el acierto de haber contado con el videoartista para esta ópera se debe a que es uno de los pocos que se toma tan en serio la audición como la visión. «En los museos muchos se olvidan de oír los cuadros y Bill Viola nos obliga a escuchar sus vídeos de la misma manera que nos invita a mirar», explica.