La escritora Illy Nes acaba de publicar Hijas de Adán. Las mujeres también salen del armario (HMR), un libro que recoge el testimonio de casi un millar de mujeres famosas que se atrevieron a hacer pública su homosexualidad. El prólogo está escrito por la cantante Ana Reverte, y en él agradece a la autora su valentía por abordar este polémico ensayo, que a buen seguro provocará controversia en un país donde todavía los tabúes siguen existiendo. Reproducimos un extracto del capítulo introductorio.
Venía un niño de siete años, hermoso sobre toda ponderancia, que era el que representaba a María Santísima y, por consiguiente, su adorno era superior a los demás, su vestido celeste y blanco bordado de estrellas de oro, el cabello suelto a la espalda y ceñido con rica diadema de doce estrellas. A su vista se turbó el Mantenedor, y llegando ante él el Aventurero, arrojó la pica que en la mano traía en la que estaba escrita HIJA DE ADÁN, le dio otra al padrino que decía HIJA DEL PADRE, y con ella se encaró con su contrario, el que desatinado dio el golpe en el aire, dándole el golpe de la lanza del glorioso Aventurero en el pecho, de suerte que le arrodilló. Armóse el victorioso combatiente de otras dos lanzas que decían MADRE DEL HIJO, ESPOSA DEL ESPIRITU SANTO, y sucedióle lo mismo con la primera, sin que su enemigo la pudiese tocar, que ya rendida sobre el suelo tenía la planta sobre el cuello y la espada en él. La aclamación fue universal y los Jueces dieron a la Vencedora en premio el Niño Jesús y asiento superior a todos».
(Compendio Histórico de Sevilla por don Fermín Arana de Varflora (padre Valderrama),
Sevilla, 1790, pp. II, 93-96, reproducido por
José María Blanco White
en sus «Cartas de España: Madrid». 1807).
La cita con la que abro este libro y que da título al mismo tiene su origen en el ensayista español José María Blanco White, que en una de sus célebres Cartas reproduce la descripción que un historiador sevillano hace de la representación profana que ilustra la conocida devoción de los españoles hacia la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
JUEGO ECUESTRE
La celebrada función pública deriva de un «juego ecuestre propio de los moros llamado en árabe el Jeerid y en español Cañas», donde los sexos se entremezclan, los géneros se confunden, un niño vestido elegantemente de mujer representa a la Virgen y uno de los «caballeros», seguramente tambien disfrazado, enarbola con pericia una lanza con la leyenda HIJA DE ADÁN, que le sirve para ganar el lance y proclamarse finalmente como «la Vencedora», obteniendo como galardón la infantil virgen masculina y el reconocimiento social que supone su destacado acomodo en la fiesta. Toda una delicia de tolerancia, normalidad, transparencia e intersexualidad lúdica que a finales del siglo XVIII supone un ejemplo para nuestras frágiles y uniculturales sociedades, donde los patrones únicos de sexo, raza, origen o religión pesan quizás demasiado y generan a menudo arbitrariedades, abusos, discriminaciones y exclusiones que a veces no son percibidas con toda su intensidad por el común de los «normales», poco habituados a mestizajes, disonancias, enciclopedismos o audacias, como apostilla Juan Goytisolo, uno de los pocos adalides de Blanco White en España.
Por todo ello, me parece imprescindible comenzar este libro explicando el significado original de la palabra «lesbiana», ya que pocas y pocos conocen el hecho curioso de que se utiliza como toponímico para denominar a las «habitantes de la Isla de Lesbos». Posiblemente se quedarán perplejos, puesto que una ciudadana de esta isla no tiene por qué tener relación aparente con lo que entendemos como lesbiana.
La relación sin embargo existe, pero es literaria. Safo fue una poetisa homosexual que nació y vivió hasta su destierro en la isla de Lesbos. Esta fue la razón por la cual se acabó llamando «lesbianas» o «sáficas» a las mujeres homosexuales, aunque este ultimo término no se utiliza demasiado. Evidentemente, ambos se usan en honor, qué duda cabe, de la famosa Safo de Lesbos.