Miguel Angel Blanco.
(Jefe de la sección de Cultura de Ideal-Almería)
He leído en un diario nacional que una mujer de El Ejido se acercó a un grupo de inmigrantes desolados, en el primer día de las persecuciones, y les llevó agua. Compasión. Es el gesto más humano del que tengo noticias en días de histeria colectiva y de choque cruento con la realidad social. Una madre magrbí escapó con sus dos hijos pequeños de su casa en Las Cabañuelas de Vícar, cuando vió cómo una turba se acercaba proclamando a gritos la intención de quemar la casa. Buscó refugio en casa de una vecina, que asustada se negó a abrir la puerta explicando que si la acogía también quemarían su casa, La intervención policial protegió en esa ocasión a la mujer magrebí y sus hijos. El miedo de la vecina ha sido cómplice de unas jornadas que han puesto de relieve los distintos rasgos de nuestra condición humana.
Haya o no xenofobia (que la hay), los sucesos de El Ejido ponen en evidencia el drama de la cuestión social: marginados y pobres en una sociedad de gran consumo, con el Tercer Mundo llamando a la puerta del Primero, en una justa y legítima devolución de visita. El drama social de lo sucedido en El Ejido coloca en el mismo escenario la pobreza, la riqueza, la ignorancia, el desprecio, la delincuencia común, las tres muertes, el dolor de los familiares de las víctimas, la violencia desatada, la humillación y ofensas a los inmigrantes, el miedo, las relaciones laborales en los invernaderos.
No deja de ser irónico recordar hoy que todos los seres humanos somos iguales, la misma dignidad, los mismos derechos, la misma oportunidad para vivir, sin fronteras. Todos los seres humanos somos legales desde el nacimiento.
La actuación de grupos violentos, y no sólo en El Ejido sino también en otros municipios del Poniente, ha respondido a la furia espontánea de personas, en unos casos, pero no en todos. El destrozo de la mezquita, de comercios de inmigrantes, el asalto a los locales de las ONG que trabajan con grupos sociales marginados, responde a una acción planificada, a una violencia fríamente premeditada. Algunas opiniones señalan a grupos neonazis o ultras, y otras a vecinos normales. Lo fácil es reducir el problema a grupos nazis, lo realmente preocupante es que un vecino normal sea protagonista en una espiral de violencia de estas características.
El alcalde de El Ejido demuestra cuales son sus convicciones y prejuicios y pone en evidencia el rostro de una parte de la identidad política en Almería. A estas alturas ya sabe uno a qué atenerse. También he leído declaraciones del dirigente de COAG, organización presuntamente progresista, Antonio Oliver, envueltas de prejuicios contra los inmigrantes magrebíes.
Es necesario reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación. Y no sólo en el momento actual. Hay sectores de la sociedad almeriense más preocupados por el qué dirán que por la gravedad social de los hechos. Preocupa más nuestra imagen al exterior que lo sucedido y el dolor que se ha expandido. Tiene su lógica el desconcierto y se critican informaciones a nivel nacional e internacional. Pero creo que, desde la óptica periodística, es más preocupante el sensacionalismo demencial en medios de comunicación, especialmente televisiones locales, vinculados al ámbito de los municipios de Poniente. La violencia contra los inmigrantes se alimentó desde algunos de estos medios por quienes han demostrado su nula condición de periodistas.
No faltan dosis de cinismo e intereses ajenos a lo social, cuando se lanzaron cifras multimillonarias de pérdidas y el desprecio o ignorancia inicial hacia los inmigrantes se convirtió de repente en aprecio a su condición de mano de obra que de barata pasa a ser también necesaria. No han faltado sectores sorprendidos por la huelga de estos trabajadores y su capacidad de movilización. Si hay en este tiempo de nuestro país una huelga justificada por los acontecimientos sufridos es seguramente ésta. Los inmigrantes han respondido desde su condición de trabajadores con los únicos instrumentos que la historia del movimiento obrero les ha legado: la asamblea, el piquete y la negociación.
Ya están en marcha vías de solución y ojalá que se resuelvan bien. Pero no se debería olvidar el mar de fondo: la cuestión social entre seres humanos. Las medidas políticas y sociales estan contribuyendo a sofocar el fuego de la violencia producida. Construir será otra historia. Olvidar, más difícil.
Es necesario consolidar en nuestra sociedad el derecho a ser diferente y a promover la integración sin tener que renunciar a la propia identidad. El conflicto de fondo empezará a resolverse cuando el dolor y soledad de unas personas, sean de donde sean, tenga como respuesta también la comprensión, ayuda y solidaridad sentida del vecino frente al silencio, la incomprensión, el rechazo o el miedo cómplice. En definitiva, se trata de algo tan vital como llegar al corazón de las personas.