PASEANDO sin rumbo por las calles de Granada tropiezo con Juan León Africano. Con motivo del segundo aniversario (22 de noviembre) de la muerte del P. Luciano Rubio acaba de editarse la primera traducción al castellano, que se me aparece en el escaparate de una librería granadina, de la «Descripción de África», la célebre obra del diplomático, viajero y escritor, nacido en la ciudad de la Alhambra en el siglo XV, Al-Hassan-Ben Muhammad Al-Wazzan Al Fasi, que pasaría a la historia de la cultura arábigo-andaluza con el sobrenombre de León el Africano. Libro insustituible para el conocimiento de los países del África de su tiempo, las costumbres y la geopolítica del vecino continente, la traducción que nos llega este frío otoño se debe a la ingente labor de investigación de uno de los sabios escurialenses del siglo, el padre agustino Luciano Rubio (1909-1997) y a la modesta pero muy cuidada edición de Hijos de Muley-Rubio. Se trata de la primera traducción al castellano basada en la edición italiana de Ramusio (1563), y por tanto un auténtico tesoro bibliográfico del que da fe en el prólogo Amin Maalouf, el célebre autor de la novela que puso al alcance del gran público la vida y la obra de Juan León Africano, el mítico escritor que emigraría de su Granada nazarí como consecuencia de la expulsión decretada por los Reyes Católicos.
El autor de la traducción de esta obra fundamental de nuestra cultura, el P. Luciano Rubio, fue uno de los más preclaros intelectuales de este siglo, heredero de la rica tradición monacal escurialense, que pasó gran parte de su vida trabajando («Mis manos sólo han sabido de las caricias del papel en los libros y de los roces de los hábitos de lana») en la Real Biblioteca. Él mismo cuenta cómo en 1949 visita Marruecos, invitado por don Juan Beigbeder, y tiene entonces oportunidad de revisar el libro de León el Africano titulado «De la descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran». A partir de ese momento no se toma descanso hasta completar la traducción de la obra que vería la luz en 1950 en una pequeña edición reservada a los estudiosos del mítico escritor granadino y que Luciano Rubio no firma debido a su proverbial sentido de la modestia. No estará de más recordar que este hombre llegó a ser Prior General de los Agustinos en Roma, después de haber desempeñado todos los puestos de responsabilidad en la Orden de San Agustín.
Amin Maalouf nos presenta a León el Africano como el símbolo de una etapa de coexistencia y como arquetipo de identidad heterogénea «por la forma serena de vivir sus diferentes vínculos, de navegar sin odio entre los distintos países, religiones y lenguas, así como por su voluntad de servir de lazo de unión entre el norte y el sur del Mediterráneo, de ser un «traductor» en el sentido más completo del término, es decir: un transmisor de conocimientos». Pero el trabajo de Luciano Rubio aporta, además de darnos a conocer la personalidad y el estilo de León el Africano, una serie de notas, fruto de sus largos años de investigación en la Real Biblioteca, que vienen a corregir las numerosas inexactitudes del original y a completar sus referencias con las de otros historiadores y geógrafos árabes. Es así como podemos adentrarnos en la lectura de un libro de viajes apasionante en el que la descripción de los lugares, las ciudades y las gentes son, como bien es sabido, una muestra, acaso de las más excelsas, de la literatura hispano-árabe. El relato de la vida en el Rif, de los burdeles, jardines y huertas de Fez, de Tetuán como corazón del exilio granadino, son sólo algunas muestras de la riqueza descriptiva de Juan León Africano a la que la experta mano del P. Rubio supo extraer todas sus esencias lexicográficas, toda su belleza narrativa y todo su valor de diamante en bruto. Nacido en Granada hacia 1487, Al-Hassan-Ben Muhammad Al-Wazzan Al Fasi fue un testigo excepcional de su tiempo. Así, Luciano Rubio ha podido documentar la extraordinaria peripecia vital de León el Africano que, por ejemplo, pudo contemplar durante un viaje, y a su paso por Tlemeen, Argel, Bugia, el encuentro de las tropas de los Reyes Católicos con las de Barbarroja, Constantina y Túnez. Convertido al cristianismo y bautizado por el Papa León X, vivió largo tiempo en Roma donde a buen seguro quedó su «Descripción de África», posteriormente editada en Italia por Ramusio. De vuelta a Túnez y a la fe del Islam, su rastro se pierde para los biógrafos hacia 1537 sin que pueda establecerse a ciencia cierta la fecha de su muerte.
Ahora ha regresado a Granada, seguramente a las librerías de toda España, y en medio de los más de cincuenta mil títulos que se editan anualmente se nos antoja como una gran novedad este libro antiguo recuperado por un fraile benemérito al que se ha querido rendir homenaje con la publicación de su fascinante traducción de la «Descripción de África», inmensa contribución a la cultura hispano-árabe de un sabio agustino, «hijo del Creador, hermano del hombre y padre en mi comunidad cristiana».
Los editores transcriben en la solapa una nota que bien pudiera ser autobiográfica de Luciano Rubio, que acaso ilustre algo más sobre la personalidad de este buen fraile: «Por boca mía oirás el árabe, el francés, el castellano, el alemán, el hebreo, el inglés, el latín, el griego y el italiano, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano.» Dedicado toda su vida al estudio y a la oración, el P. Rubio es posiblemente uno de los más altos ejemplos de la contribución de las órdenes religiosas españolas a nuestra Cultura. Bien merece este recuerdo cuando se cumplen dos años de la desaparición de quien no profesaba más creencias que las de Dios y las de su fiel seguidor San Agustín.