FEDERICO UTRERA. Matías Díaz Padrón, el historiador del arte, que desarrolló gran parte de su carrera en el Museo del Prado, falleció el martes 22 de noviembre o miércoles 23 (2022) a los 88 años: los periódicos no aclaran la fecha exacta como nunca supieron desvelar la de su nacimiento. He dejado pasar la torrentera de sentidos obituarios y sinceras necrólogicas para trazar unas pincelados de un hombre bueno que fue un escondido genio de su tiempo, al que tuve el privilegio de conocer y cuya amistad me honró siempre. De hecho, menos de un mes antes, concretamente el jueves 27 de octubre, tuve la oportunidad de conversar con él. Me encontraba en el Museo del Prado para un rodaje de Televisión y mantuve ese breve diálogo para interesarme por su estado de salud. Con la majestuosa dignidad que su elegante porte siempre transmitía, Matías me permitió hacerle una última visita. “Pásate una mañana cuando quieras, Federico”. Nunca se produjo el reencuentro porque ya no pudo contestar más el teléfono para fijar la despedida. Y con ella, el recuerdo del historiador de Arte más acreditado y controvertido del siglo XX en España. (más…)
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Matías Díaz Padrón (Museo del Prado) por Federico Utrera (Majadahonda): obituario de un genio (y II)
FEDERICO UTRERA. Pasados largos años de nuestro primer encuentro, un día me atreví a solicitar a Matías Díaz Padrón un prólogo para mi libro «Cordel de Extraviados”, un tomito de breves ensayos en el que la parte dedicada a la Literatura la escribía el Premio Cervantes, Juan Goytisolo, y la dedicada al Arte el propio Matías. Tardó cerca de 1 año en escribirlo y nunca le apresuré para entregarlo, sabedor de que al igual que el vino viejo, Matías depuraba mejor sus escritos en los odres nuevos que el tiempo aquilata desde la reflexión y el entendimiento. Sus palabras las incluyo en mi página web como un premio o reconocimiento más de los que me han otorgado en mi aventurera vida de escritor o profesor: “La mayoría de los críticos de arte que conozco resumen los textos de los catálogos enviados previamente a los periódicos sin el menor vistazo a las obras expuestas. Federico Utrera va directo a mirar el campo de batalla, buscando la opinión de los expertos y juzgando por sí mismo frente a la realidad palpable de la obra. Esto no es tan común y no tengo por menos que recordarlo». (más…)
El «Maestro del Prado» Matías Díaz Padrón reúne a su tertulia en la Gran Peña de Madrid
JULIA SÁEZ-ANGULO. Vive y anda siempre rodeado de Meninas, bien sean las de la pintura de Velázquez en Madrid y las de Londres o las de carne y hueso que revolotean en su derredor para beber de su sabiduría artística. Las tiene de toda raza, color y estado civil: solteras, casadas, viudas, separadas, hermana, sobrinas monjas, por lo que le resulta fácil elegir la más apropiada, para cada ocasión social: bodas, bautizos, banquetes, inauguración de exposiciones, conferencias, discotecas… Las meninas reales lo queremos tanto, que no sentimos celos entre nosotras y somos capaces de estar juntas con él sin agredirnos, mientras la sabiduría brota por la boca del maestro. Cuando yo he tenido el honor de acompañarle, mayormente a lo eventos artísticos, siempre aparece una pléyade de jovencitas, muchachas en flor, verdaderos bombones, que se le acercan para saludarlo y venerarlo, recordándole que han sido alumnas suyas. Ellas le dicen el nombre, él les sonríe y les dice que sí se acuerda de ellas, pero a mí siempre me queda la duda de que así sea, por la cara que pone, porque es despistado oficial, aunque también viejo zorro, y, sobre todo porque él siempre ha estado rodeado de belleza y está acostumbrado a ella, por lo que no le sorprende. Matías no se casó, pese a haber sido un guapo, atleta y asediado, porque es un tipo cabal y supo, desde muy pronto, que él no estaba hecho para las disciplinas y rigores del matrimonio. (más…)
«Clásicos Revolucionarios»: una laguna que dejó Santiago Amón y que ocupa Federico Utrera
«La mayoría de los críticos de arte que conozco resumen los textos de los catálogos enviados previamente a los periódicos sin el menor vistazo a las obras expuestas. Federico Utrera va directo a mirar el campo de batalla, buscando la opinión de los expertos y juzgando por sí mismo frente a la realidad palpable de la obra. Esto no es tan común y no tengo por menos que recordarlo. Ví algo de ello en Santiago Amón, crítico de arte fiel a su conciencia y conocedor de la historia del arte. Su ausencia, como bien dijo Martín Ferrand, dejó huérfana a la crítica. Es lástima la falta en la prensa, tan rica, y osada en otras áreas como la política y la sociedad. Esto no está fuera de contexto cuando pienso que Federico Utrera puede bien sustituir la laguna que dejó Santiago Amón en la crítica de arte». Con estas palabras, el conservador del Museo del Prado, Matías Díaz Padrón, prologa este libro cuyo primer volumen del tomo dedicado al Arte se titula «Clásicos Revolucionarios».
Velázquez, Durero, Tintoretto, Van der Hamen, Rembrandt, Van Gogh, Sorolla, Corot, Kandinsky o Rodin sobrevuelan estas páginas en las que Utrera recuerda al verdadero Maestro del Prado, el primero que le enseñó a mirar un cuadro: «En una ocasión tuve el privilegio de visitar el Museo del Prado con Matías Díaz Padrón (Valverde, El Hierro), conservador jefe de la mayor pinacoteca del mundo, que conoce como la palma de su mano y la pinta como su propia vida. Antes había sido invitado por Matías a las célebres tertulias y fiestas en su apartamento de la calle Casado del Alisal, a las espaldas del Museo, donde me apercibí como era considerado uno de los mejores especialistas internacionales en pintura flamenca y holandesa, autor de medio centenar de libros y catálogos, condecorado en Bélgica, Venezuela y Canarias pero aún no en España».
Y añade: «Su prestigio en el campo científico y artístico le otorga entre sus admiradores lo que Goethe o Azaña dibujaron como una “santidad civil” muy ligada a la inteligencia, tolerancia y natural bondad. Él, que rehuye los elogios fáciles y los honores que no son demasiado honorables, prefería ser en todo caso “santón” a “santo”, pues no en vano sus orígenes estudiantiles estuvieron ligados a La Iglesia Cubana, un movimiento cultural y lúdico que surgió como crítica a los dogmas más inflexibles de la curia católica. Quién se lo iba a decir: la vida terminó llevándole por derroteros artísticos donde las imágenes de beatos y vírgenes llevados al lienzo o a la tabla se convirtieron en su quehacer cotidiano. Así que logré apreciar el gusto por la pintura clásica gracias a Matías y eso me llevó a otros museos y artistas diferentes al Prado y a su apreciado Pedro Pablo Rubens, en especial el Palacio Real, la Fundación Carlos de Amberes y el Museo Thyssen-Bornemisza. A él le dedico estos textos sobre estos pintores clásicos, que en su momento fueron jóvenes revolucionarios, por su incansable fervor hacia el Arte y como tributo de sincera amistad».
Índice:
– Adivina quién te ve (Velázquez)
– Tintoretto en el zoco
– Durero, pintor viajero
– La ronda de Rembrandt
– Juan Van der Hamen, cuatro siglos oculto
– El fruto de la fe: arte flamenco
– “La hemorroísa” del obispo
– Luces y sombras de Ensenada y Riviere
– Las islas felices de Corot
– Los últimos días de Van Gogh
– Las almas gemelas de Sorolla y Sargent
– Las chumberas de Sorolla
– Kandinsky y los críticos de arte
– Rodin y vuelta al ruedo.
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