FEDERICO UTRERA. Pasados largos años de nuestro primer encuentro, un día me atreví a solicitar a Matías Díaz Padrón un prólogo para mi libro «Cordel de Extraviados”, un tomito de breves ensayos en el que la parte dedicada a la Literatura la escribía el Premio Cervantes, Juan Goytisolo, y la dedicada al Arte el propio Matías. Tardó cerca de 1 año en escribirlo y nunca le apresuré para entregarlo, sabedor de que al igual que el vino viejo, Matías depuraba mejor sus escritos en los odres nuevos que el tiempo aquilata desde la reflexión y el entendimiento. Sus palabras las incluyo en mi página web como un premio o reconocimiento más de los que me han otorgado en mi aventurera vida de escritor o profesor: “La mayoría de los críticos de arte que conozco resumen los textos de los catálogos enviados previamente a los periódicos sin el menor vistazo a las obras expuestas. Federico Utrera va directo a mirar el campo de batalla, buscando la opinión de los expertos y juzgando por sí mismo frente a la realidad palpable de la obra. Esto no es tan común y no tengo por menos que recordarlo».
«Ví algo de ello en Santiago Amón, crítico de arte fiel a su conciencia y conocedor de la historia del arte. Su ausencia, como bien dijo Martín Ferrand, dejó huérfana a la crítica. Es lástima la falta en la prensa, tan rica, y osada en otras áreas como la política y la sociedad. Esto no está fuera de contexto cuando pienso que Federico Utrera puede bien sustituir la laguna que dejó Santiago Amón en la crítica de arte. Busca lo que hay de excelencia en los protagonistas que lee y estudia, tanto filósofos, críticos, novelistas, dramaturgos y artistas, sin preferencias en los campos de la arquitectura, escultura y pintura. Artículos interesantes y en consonancia con una escala de valores que escasea en el páramo triunfante del ahora que vivimos. Es de esperar que algún día se premie este sendero que toma la vía crítica de la razón», apuntaba aquel entrañable y generoso texto.
Los encuentros con Matías Díaz Padrón se sucedieron con los años y la memoria solo aflora ahora aquellos de los que permaneció un testimonio casi siempre lisonjero de esos que, salvo en el caso de esa amorosa amistad, tanto detestaba. En el 87 cumpleaños de Antonio García-Trevijano en su majestuosa mansión de Somosaguas, celebrado el 18 de julio de 2014, algunos admiradores aprovechamos la ocasión para dedicarle unas palabras. Allí estaba también Matías. Cuando Don Antonio falleció, tuve el honor de grabarle primero y publicarle después a Matías su obituario, en el que lo compara con De Gaulle y Malraux, palabras que quizás a Trevijano le hubieran sonado placenteras por venir de donde venían.
También le produje noticias y realicé entrevistas en las que ejercía como polemista, otra vieja querencia suya, como aquella en la que denunciaba que una inculta ministra de Cultura gastó 1,26 millones de euros en una «Cabeza de Apostol» de Velázquez, cuadro que «es falso», según declaró. O aquella otra vez en que reveló una verdad tan sabida pero nunca lo suficientemente combatida: «En España la política manda en la sociedad civil, la Universidad y hasta en la investigación científica». Descubrimientos como aquel en el que halló un inédito «Gaspar de Crayer» o anunciaba un nuevo libro sobre Rubens con nuevas aportaciones. Solía reunirnos de cuando en cuando formando improvisada tertulia en la Gran Peña de Madrid y en una de aquellas tenidas me presentó al escritor Javier Sierra. Pude comprobar que parte de su libro “El Maestro del Prado« se había inspirado en su figura y por eso le adjudiqué en otro artículo tal condición, que discretamente le agradaba.
Cuando su discípula Julia Sáez Angulo me dio la noticia del agravamiento de su estado de salud, me puse de inmediato en contacto con él. Y vuelvo al inicio de este artículo. Sirva también el obituario de esta periodista como «requiem». Y acompañe en ese cielo laico cuya azañista santidad civil reivindiqué para este genio del Arte, que llevó el campo de la crítica hasta extremos jamás nunca vistos antes en España: “Ex conservador del Museo del Prado, profesor de Arte en la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de Honor del Instituto Moll, Matías Díaz Padrón, nacido en El Hierro, ha fallecido a los 88 años de edad. Era un canario de pro en la capital de España. Un sabio que mereció los mayores reconocimientos en Bélgica y Holanda por su saber en Pintura Flamenca, algo que no ha sido reconocido institucionalmente como tal en su propio país, donde hubiera bien merecido ser académico, una Medalla de Oro a las Bellas Artes o Premio Príncipe de Asturias, como algunas instituciones pidieron para él. España, siempre cicatera con sus mejores hijos». Descanse en Paz. Lea la primera parte de este obituario pinchando aquí.