Editorial Hijos de Muley Rubio

Sobre piedras y esponjas

© Carlos Pérez Siquier
© Carlos Pérez Siquier

Elena Caballero.

La provincia nace pero también se hace. Hay provincias abiertas, diáfanas, por donde fluye alegre y caprichoso el ritmo de la vida y de sus gentes. Otras, en cambio, son provincias más apartadas, donde ese flujo vital tiende a quedar estancado, ensombrecido, a pesar de asomarse a algún mar luminoso.
Están las provincias que para llegar a ellas deben saltarse mil obstáculos y mil autovías-promesa, a las que para ir hay que pensarlo dos veces; y están las rodeadas de puentes de acceso imaginarios por los que visitantes y habitantes van y vienen, reciclando el oxígeno siempre cambiante de la historia. Hay provincias donde el simple hecho de llegar te hace sentir un poco prisionero, especialmente cuando se hallan escoradas en algún rincón del mapa; y hay otras donde mirar por sus avenidas y los ojos de sus gentes logra transportarte al espacio en el que todo es posible.
Hay provincias embudo, con tendencia al atasco y al embotamiento, y hay provincias colador, por donde se filtran los buenos influjos y queda fuera la escoria. Hay provincias esponja que retienen en seguida todo lo bueno que que les llega de sus hermanas de fuera; pero también las hay como piedras pómez, que sólo miran su fantástico ombligo y no dejan traspasar todo lo que sea diferente, quedándose secas, vacías e inconscientes.
Hay provincias que son tierra fértil, sobre las que si hechas amor o buenas ideas recoges el fruto multiplicado. Pero hay provincias áridas frente a la alegría o la idea ajena y desconfiadas frente al desinteresado amor, proclives a recoger tempestades, odios y tristezas. Las hay azules, picassianas, mullidas y con innumerables caminos que ofrecer; pero también las tenemos sucias, duras y defensoras a ultranza de todo lo pasado.
Hay provincias amables que ofrecen esos lugares pintorescos favorables a la charla o la lectura y donde ante tus ojos puede circular un universo variado de personas inquietas expresando algún tipo de arte aligerador de ruidos cotidianos. Pero están las que carecen o destruyen esos sitios intermedios donde poder crecer y divertirse a un tiempo.
Hay provincias que cuidan gozosas las joyas que la naturaleza tuvo a bien incluir en su geografía, dan gracias por el regalo y lo miman para el futuro bien de todos. Hay otras provincias donde por el simple hecho de vivir en ellas se cree poder hacer lo que les venga en gana con la naturaleza prestada y la doblegan o asfixian con plásticos por el bien de sus hijos.
Hay provincias desconocidas, que en su digno anonimato muestran al viajero las más bellas perlas de la existencia, mientras hay otras con tanto afán de sufrir que dicen que, tanto si llegas a ellas como si te vas, lo harás llorando.
Hay provincias diminutas donde reina la paz y el respeto a la diferencia. Las hay más grandes, donde lo diferente se señala y aterra. Hay provincias con brillos y matices donde bulle sin prisa pero sin pausa el flujo de la vida. Y hay provincias, en fin, donde es urgente que, aun asomadas al mar, se abran para recibir y aceptar el soplo del universo exterior al que hoy dan la espalda.

Revista de prensa

logocordel1La revista literaria de ámbito nacional «Qué leer» recogió, con el titular de «Las mudanzas de José Angel Valente», los ecos de la polémica suscitada en Almería a raíz de la «extraña coincidencia» en los homenajes celebrados en torno a las figuras del poeta orensano afincado en Almería y de José Hierro antes del fallecimiento del primero. El texto, que reproducimos íntegramente, dice así: «Por la capital de España corre el rumor de que el poeta José Angel Valente tiene la intención de levantar de Almería su domicilio y su biblioteca y emigrar de nuevo a su Galicia natal. El motivo parece encontrarse en la gestión bastante provinciana que algunos responsables culturales de la ciudad han realizado sobre su obra. Cuentan que Valente está muy enfadado porque, además, esos mismos gestores culturales (en los cenáculos literarios se mencionan los nombres de un tal Lázaro y una tal Milagros) han intentado enfrentarlo con el poeta Pepe Hierro. Dicen que cansado de ciertas mezquindades localistas, José Angel Valente insiste en dejar esta ciudad como anteriormente hicieron otros autores, caso de Juan Goytisolo, por poner un ejemplo». Intuimos, sin demasiado esfuerzo, quién puede ser ese «tal Lázaro», y mucho nos barruntamos que el redactor de la revista sufrió el martirio de un duende de imprenta y donde puso «Milagros» quizás quiso decir otro nombre. Pero lo realmente relevante reside en conocer porqué el legado de Valente ha volado de Almería hasta Orense, penosa circustancia que tiene que aclararse para dilucidar a los auténticos responsables de este desaguisado, que prometemos desvelar en toda su integridad.

 

EL ECO DEL PARQUE
El último número de la entusiasta revista «El Eco del Parque» revela nuevas denuncias sobre la implantación clandestina de invernaderos en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, así como otros atentados ecológicos de diverso calibre. La preservación del medio ambiente en la zona, uno de los objetivos prioritarios de esta publicación independiente, está siendo amenazada de nuevo por esos miopes que ignoran que cualquier roce en el pulmón de la provincia lo pagaremos seriamente en el futuro. Prometemos dar nombres…

Guerra a la guerra: Carmen de Burgos y Virginia Woolf

Virginia Woolf, un cartel reclamando escolaridad para las mujeres, y Colombine
Virginia Woolf, un cartel reclamando
escolaridad para las mujeres, y Colombine

Esther Zaplana.

A comienzos de su andadura, el feminismo tenía particular interés en alcanzar ciertos logros considerados fundamentales para el desarrollo social, así como para el avance del movimiento de emancipación de la mujer, no olvidando que entre sus entonces más polémicas reivindicaciones se encontraban la lucha por su plena integración en la educación, el mundo laboral, y la política. Tampoco hay que olvidar que por lo general las primeras décadas del siglo XX se caracterizan, al menos en Europa, por una creciente militarización y guerras sobre las cuales un copioso número de mujeres clamó en contra, resaltando sobretodo las secuelas que los conflictos bélicos engendraban. Muchas mujeres se consideraban entonces pacifistas, entendiendo por esto el no querer ‘combatir hasta que caiga el último hombre’. Sin embargo, son mucho menos frecuentes, desde una perspectiva feminista, las reflexiones teóricas contra el militarismo, la guerra y su antítesis, la paz. Una notable excepción es Virginia Woolf, que en Las tres guineas argumenta contra el militarismo y la guerra, y establece la conexión teórica entre la militarización/guerra y el patriarcado/masculinidad.

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Piel española

lachancaCarlos Santos.

Me llamo Carlos Santos Gurriarán Gutiérrez López Pedraz Gurriarán Romaní Orcazberro Segura Gómez y soy de aquí. Mejor dicho: vivo aquí, pues no soy de ningún lado. La verdad es que , puestos a escoger, lo tendría muy difícil: resido en el centro de Madrid, ciudad con la que mantengo una intensa relación amorosa, pero me siento de Almería, donde me crié y donde vive lo mejor de mi familia. Hijo de madre gallega, del Barco de Valedoras, y de padre salmantino, de una calle muy cercana al Campo de San Francisco, nací en San Cebrián de Castro, un pueblo de la ribera zamorana del Esla, que por puro milagro se salvó de los embalses. Raono razonablemente bien el catalán: pasé varios años en Sant Cugat del Vallès, empujado por los flujos migratorios de la época, y trabajé para varios periódicos de Barcelona. Siempre que puedo, bajo a Sevilla, a echar un rato con mis parientes y amigos (tengo casa junto al campo del Betis, soy socio del Triana FC y cliente preferencial de Paco Mira, en la Puerta de la Carne) o subo al País Vasco para comer, beber, cantar y conversar, no siempre en ese orden, con mis amigos y parientes de Algorta, Zumárraga, Zaráuz, Bilbao, Vitoria o Lasarte, gentes y pueblos que quiero con el alma. Claro, que mi alma también necesita frecuentes baños de renacimiento en las costas de Valencia y de ternasco en el Pascualillo de Zaragoza. Todos los años, en la noche del Jueves Santo, me encontrará usted con una túnica negra y un tambor en la rompida de Andorra de Teruel. Pero mi mundo y mi gente no terminan ahí: tengo un cacho de corazón en Santa María de Ixcán, una aldea de Guatemala donde aún sufren las secuelas de ese genocidio del que no quiere saber nada nuestra Audiencia Nacional; otro en el condado de Roscommon, al noroeste de Irlanda, y alguno en Loyanghalani, junto al lago Turkana, en la frontera de Kenia con Somalia.. Amo bastante, por cierto, a una señorita de Miajadas, provincia de Cáceres, que a veces me corresponde.
Comprendo que se haya saltado usted el engorroso currículum, paciente lector, pero le invito a repasar mis apellidos, entre los que hay varios de origen judeo-cristiano, uno medio lusitano, tres vascos de pura cepa y uno de raíces gitanas que me tiene particularmente orgulloso. No puedo remediarlo: tengo la piel española. Como dice en castellano cervantino mi amigo John Maher, irlandés de Dublín, soy un «joío español», me pnga como me ponga, por más que algunos, al inventarse su historia, pretendan de paso reinventar la mía. Lo siento: Historia no hay más que una y a cada cual le toca la que le toca. La que yo llevo a cuestas, de buena gana, es el resultado de varios siglos de cruces y trasiegos, mezclas y fusiones, subidas y bajadas, culturas y contraculturas, conquistas y reconquistas. Unas mañanas amanezco moro y otras cristiano, unas celta y otras ibero, unas romano y otras judío, unas payo y otras gitano, unas rifeño del Norte y otras euskaldún del Sur. ¿Qué le vamos a hacer? Estábamos tan contentos en Almería con nuestros barcos de vela, nuestras fábricas de seda, nuestras mezquitas y nuestras chilabas cuando llegaron unos tipos de Vizcaya, de Navarra, de Soria y sitios así, portando un pendón morado, y nos quitaron hasta los apellidos. Que algunos de estos tipos, responsables de que los patronímicos Vizcaíno y Navarro ocupen hoy media guía telefónica de Almería, digan ahora que los conquistamos nosotros a ellos me resulta curiosísimo. Pero tampoco me preocupa demasiado: la leyenda también forma parte de la Historia.
Mi primer deseo para el tercer milenio es que me dejen ser como soy y a usted le dejen ser como es. Y nos dejen vivir tranquilos, a usted y a mí, en un lugar y en una sociedad que ni siquiera escogimos pero que al cabo de los años vamos haciendo a nuestra manera: una sociedad abierta, sin manías, sin muros, sin límites, sin escudos. Una sociedad cuyo principal signo de identidad es la mezcla, la fusión, el contacto y el encuentro entre las gentes. Un sociedad donde nadie puede apropiarse de la Historia, donde nadie puede imponernos por la fuerza sus banderas o sus «ismos» (fascismos, estalinismos, liberalismos, fundamentalismos, nacionalismos…), donde todos somos iguales y diferentes a la vez, y nadie puede ponernos en el debe lo que sólo pertenece a nuestro haber: sexo, lugar de nacimiento, ideología, color o religión.

No soy de ninguna parte, pero vivo aquí: me gusta. Me gusta porque en este aquí mío, que no es una ensoñación sino un aquí de carne y hueso, no sabemos de exclusiones ni de sectas. En mi mundo, que nace en la barriada del Zapillo, junto al mar Mediterráneo, y llega hasta la selva guatemalteca, en las orillas del río Ixcán, pasando por el barrio viejo de Donosti, vecino del mar Cantábrico, y por el pub más antiguo de Irlanda, que se llama Brazen Head hotel y mira al río Liffey, hay sitio para todos. Pertenezco a este mundo, pero no me pertenece. Pienso, por ejemplo, que el hecho de haber llegado a esto que llamamos España unos años o unos siglos antes no me da derecho a cerrarle las puertas a los otros: a esos nuevos españoles que llegan a chorros en las pateras y que nos van a pagar las pensiones, con su trabajo y su esfuerzo, a quienes llegamos antes. Pienso, además, que nadie tiene derecho a cerrarme a mí unas puertas que tampoco son suyas: todos somos hijos de la inmigración y todos, incluidos los nacionalistas terminales (sean vascos, españoles o socuellameses), somos hijos de la mezcla. Mi primer sueño, en la portada del milenio, es que tarde o temprano todo el mundo se dé cuenta. Cumplido ése, todos los demás sueños míos de libertad, igualdad y armonía universal caerán por su propio peso.

Cine: Las horas

Virginia Woolf
Virginia Woolf

Esther Zaplana.

Basado en la novela el mismo título del escritor estadounidense Michael Cunningham, el film evoca el periodo en que Virginia Woolf escribe Mrs Dalloway, inquiriendo perspicazmente en aspectos de la época y pensamiento de esta singular autora. La experiencia de Woolf enlaza con las vivencias de otras dos mujeres americanas, cada una en un momento posterior, y elabora en torno a la idea de Woolf de la mujer ajena a la sociedad, ‘extraña’ (outsider). Mrs Dalloway, la novela dentro de la novela, es el elemento intangible que ensambla las tres historias, simultáneamente interconectadas y disociadas en los márgenes. Es relevante notar que Woolf en Mrs Dalloway trata el tema de la guerra lateralmente: Septimus, el ex-combatiente que habiendo sobrevivido al horror de la batalla termina pereciendo víctima del trauma de guerra (shell shock). Este trastorno era común después de la 1ª guerra mundial, y lo sufrieron también poetas como Siegfried Sassoon o Wilfred Owen quien falleció en combate. El mismo sobrino de Woolf, Julian Bell, que aparece en la película como adolescente, murió en la guerra civil española. El cuño de la guerra moldea la ideología de Woolf, que cada vez está más convencida del poder destructivo del militarismo y la necesidad de prevenir la guerra.

Un viaje por el Níger hasta Tombuctú

Imagen obtenida por Diego Barrado en su viaje a Tombuctú siguiendo la ruta de León el Africano en su Descripción de Africa
Imagen obtenida por Diego Barrado en su viaje a Tombuctú siguiendo la ruta de León el Africano en su Descripción de Africa

Diego Barrado.

La mayor parte de las opiniones que conozco coinciden: Tombuctú decepciona. Mi escaso inglés alcanza para entender las guías del Lonely Planet y allí lo dice claramente: cuesta mucho esfuerzo llegar y es fácil sentirse decepcionado al alcanzar el objetivo, «disappointed» creo que es la palabra que utilizan. Incluso cualquier malinés sensato con el que hables, te recomienda que no vayas. Ya lo había leído en la magnífica novela «Cita en Tombuctú» (Ediciones Destino) y es verdad, sin duda Pep Subirós no la escribió de oídas.  (más…)

Poesía árabe de hoy en Marruecos

El recluta Valente: José Angel, Emilia Palomo, su primera mujer, Jacinto López Gorgé (que facilitó la foto), Muhammad Sabbag y Dora Bacaicoa
El recluta Valente: José Angel, Emilia Palomo, su primera mujer, Jacinto López Gorgé (que facilitó la foto), Muhammad Sabbag y Dora Bacaicoa

José Ángel Valente.

Seguramente muy pocos de los lectores, aparte los que pertenezcan a esa reducida minoría asidua de las revistas de poesía que en número creciente aparecen hoy en distintos puntos de España, conocerán la labor que desarrollan en la zona marroquí de nuestro Protectorado pequeños grupos de escritores jóvenes y animosos. Tampoco les resultarán familiares algunos nombres indñigenas muy significativos del estado actual de las letras árabes en aquellas tierras, donde la labor de España se lleva a cabo a costa de un empeñadísimo esfuerzo. Si desde aquí colaborásemos en nuestra modesta medida a un conocimiento más extenso de ambas cosas, realizaríamos una tarea de estricta justicia.  (más…)

«El Cultural» selecciona a HMR como editores españoles «Fuera del Sistema»

fueraN. Azancot y M. López-Vega.

Fuera del sistema, fuera de los medios, lejos de las grandes cifras y las presentaciones faraónicas se esconde gran parte de la edición española, muchos de nuestros autores. Cada semana, El Cultural intenta dar cuenta y razón de las novedades editoriales y tomar el pulso del mundillo literario. Tratamos, además, de exigir al consagrado y de alentar al primerizo, buscando el talento allí donde se encuentre. A pesar del mercado. A pesar de las exigencias y condicionantes de los grandes grupos editoriales y de los nombres imprescindibles. Pero hay algo más. Más allá de las convenciones, un puñado de autores jóvenes y de editoriales modestas buscan un lugar bajo el sol en condiciones a veces dramáticas y sin contar con la complicidad de distribuidoras, librerías y medios. Son autores y editores al margen del sistema por vocación o por destino, que han de soportar una competencia feroz y tentaciones insoportables en forma de anticipos y promociones que generalmente se quedan en nada. El Cultural descubre hoy los avatares, sorpresas y espejismos de un mercado cada vez menos literario. Y esto es sólo una muestra.  (más…)