FEDERICO UTRERA. Telefónica de España y otros siete operadores de telecomunicaciones han proporcionado ya datos de localización de sus usuarios de teléfonos móviles a Bruselas para facilitar el seguimiento de la expansión del coronavirus. En China y Corea del Sur (los dos países que mejores resultados han logrado) ya se ha producido esta transmisión de datos, según avanza el profesor coreano-alemán de la Universidad de Berlín, Byung-Chul Han, el nuevo «enfant terrible» de la filosofía global que se avecina. No es sino la versión digital moderna de la «biopolítica» analógica de Michel Foucault en su libro «Vigilar y castigar» y el regreso a la sociedad disciplinaria, que vuelve ante la inevitable elección de «Libertad o Vida«. Otra inesperada vuelta de calcetín a aquella «Muerte o Libertad» que nos contaban del Che Guevara. El pueblo eligió «libertad» y bajo su paraguas se instauraron los sistemas políticos carcelarios más atroces que ha ideado el ser humano (Cuba, Corea del Norte, China, etc…). Ahora el pueblo, obviamente y ante semejante tragedia de elegir «Libertad o Vida (salud)», va a elegir «Vida» y un «buen pastor» que la garantice en tiempos económicos difíciles. Lo que viene detrás de este nuevo sistema político-sanitario lo anticipa la «biopolítica» de Foucault y su epígono Byung-Chul Han.
El mundo sigue y seguirá siendo bipolar (como el ser humano, con dos ojos, oídos, manos y piernas), pero dentro de un nuevo orden. Desde el punto de vista pandémico, el planeta se divide ya entre sociedades individualistas libertarias (democracias del sur, latinas y anglosajonas) y sociedades colectivistas estatales (asiáticas, protestantes del norte y ex comunistas del Este europeo). Unas se tiran la política y la protección de datos a la cabeza porque llevan el gen libertario en sus venas. Este es fácilmente reversible, como sabemos en España y supo la Inglaterra del siglo XVII con Cromwell, cuya dictatorial revolución republicana burguesa asentó el parlamentarismo y trajo el capitalismo, acabando con el feudalismo aristocrático. No en vano se le compara con Robespierre simplemente por decir: «los hombres tienen derecho a hacer lo que se les antoje con lo que es suyo, el beneficio del capitalista es también el beneficio de la sociedad». Las sociedades colectivistas vienen por el mismo camino pero en sentido contrario y también son reversibles, como se ve ahora en China, Vietnam, Corea del Sur o los países del Este europeo, entregados a la causa capitalista y libertaria del mercado pero «dentro de un orden». Ellos obedecen resignadamente a sus Gobiernos y nosotros nos rebelamos civilizadamente contra ellos. De ahí que ellos sigan las leyes sanitarias de confinamiento y nosotros forcemos su progresiva abolición. El virus dirá quien tiene razón pero tengo para mí que este adversario llamado Covid entiende poco de política.
Por ahora parece claro que, pandémicamente, los comuneros van por delante de los libertarios. «En mi etapa de oficial del ejército, en la Academia, uno de los profesores de armamento nos recordó con énfasis que las guerras las gana la infantería, por mucha bomba que explote. La gran infantería que nos protege (y seguirá así hasta la vacuna, es la Atención Primaria», ha contado mi sabio de cabecera que, después de mucho rastrear y equivocarme, es el doctor José Antonio Villegas (Murcia), especialista en Medicina del Deporte por la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo, catedrático y promotor de un laboratorio donde él mismo crea sus componentes. Próximo capítulo: Los «profetas» españoles del «coronavirus»