JULIA SÁEZ-ANGULO. Tras mi artículo sobre la poeta de 27 Ernestina de Champourcin, a la que Juan Ramón Jiménez le dedicó varios escritos, Federico Utrera me envió la historia de «Cerro del Aire«, el parque de Majadahonda que evoca el poema de JRJ y el suicidio de la escultora Marga Roësset en Las Rozas. Y me dio a conocer su condición de editor de los entonces inéditos «Libros de Madrid» de JRJ: «Tuve incluso en mis manos una prosa inédita de Platero que no se llegó a publicar. Y editar a JRJ no es cosa fácil, te lo aseguro, a causa de su endiablada caligrafía. Eso sí, el premio es subir al cielo y volar en vida». Le respondo que cuando se reanude la tertulia ilustrada el curso que viene, si Dios quiere, podría ser que nos hablara de Juan Ramón, a mí también me apasiona y es un Nobel bien merecido. Y de ahí, como aperitivo, surgió esta entrevista, a la que acompaña una breve minibiografía que le pedí «con toques juanramonianos». Esta es la entrevista publicada en «La Mirada Actual» tras el diálogo mantenido a través de correo electrónico.
¿De donde le viene su “afición” a Juan Ramón Jiménez? -De la aventura que supuso editar sus «Libros de Madrid» inéditos, que cumplen 20 años en 2021. De ella me queda un plúteo de mi biblioteca con 40 libros de o sobre Juan Ramón y una peripecia biográfica y literaria que me ha ocupado ya toda una vida. Lo menos que puedo decir es que el poeta fue mi Sócrates en ese banquete poético que fue aquel libro y que gracias a ti, Julia, puedo rememorarlo. ¿Ve en su trayectoria dos JRJ, el modernista y el esencial? – Sí, al modernista, recién llegado a Madrid en 1.900 al llamado de Villaespesa, lo conocí mejor por Carmen de Burgos, que fue coetánea y amiga suya, cuando publiqué su epistolario en mis «Memorias de Colombine«. Juan Ramón se desesperaba con ella por la edición que Carmen hizo de sus traducciones de Leopardi: «¡que de erratas!», se lamentaba al sentirlas como puñaladas. Cansinos-Asséns refleja su relación con mucha gracia, pero las feministas de carné que ella tanto detestaba no se lo perdonan. El Juan Ramón esencial es otra cosa, quizás el poeta más universal y extemporáneo junto a Juan de Yepes, Ibn Arabi o Lezama Lima.
¿Qué tiene este poeta que no tengan otros? –El diría «orijinalidad», Valente lo llamaba «exigencia»… Rasca hondo y vuelta alto, algo más incluso que Whitman, Borges, Rubén o Gustavo Adolfo. ¿Cree que los adolescentes y mujeres de la primera mitad del XX lo han amado tanto como a Bécquer? –Respondo con una frase de Juan Ramón cuando apelaba a la «inutilidad de las escalas». El periodista Gustavo Adolfo fue un genialidad de su tiempo y aunque sus célebres rimas nunca fueron publicadas, su vida también merece una leyenda cinematográfica como la que hizo Bent Hamer con Matt Dillon como Bukowski en «Factotum» o Danny Strong con Nicholas Hoult y Kevin Spacey en «Rebelde entre el centeno» sobre Salinger. De Becquer digo lo que Cervantes de la Celestina: autor en mi opinión divino si encubriera más lo humano. Juan Ramón es otra cosa.
¿Cómo contempla el papel de Zenobia a su lado? –Primordial. Mas allá del chismorreo y aún sabiendo que Juan Ramón era algo -o mucho- neurasténico, su compañía fue decisiva para su labor creadora y de subsistencia. De hecho, cuando ella murió al año y medio lo hizo él, sabía que para las cuestiones mundanas era un auténtico desastre. Ella logró ver, 3 días antes de morir, el Premio Nobel a su marido. Y sus traducciones conjuntas de Rabindranath Tagore son memorables. Una pareja de leyenda que está pidiendo una película que la inmortalice con la belleza y sutilidad de «Las Horas» de Virginia Woolf. ¿Es el que más ha influido en los poetas del XX y XXI? –Del siglo XX sin duda, toda la Generación del 27 le pedía sus prólogos y juicio crítico, a pesar de que la diferencia de edad y estilos les hacía proclives a la gamberrada, que Juan Ramón soportó estoicamente y con mucha paciencia. Sabía que tenían talento y que esos discípulos rebeldes debían labrar su propio camino: Cernuda, Lorca y Alberti entre los más grandes pero también Aleixandre, Gerardo, Altolaguirre, Dámaso…
¿Qué lecciones poéticas nos ha dejado? –Muchas. Me quedo con la «Segunda antolojía» y con aquella otra dedicatoria: «A la inmensa minoría«. ¿Es el más brillante de los premios Nobel españoles? –Yo cuento a nuestros Premios Nobel por su idioma no por la nacionalidad y alguna vez escribí algo sobre ello. Fernando Arrabal prefiere a Echegaray, Juan Goytisolo elegía a Octavio Paz y otros a Ramón y Cajal pero con permiso de Juan Ramón y sus inútiles escalas, me quedo con él. ¿Se citan y custodian bien los lugares de memoria de JRJ? –Si respondiera Carmen Hernández Pinzón saldrían venablos por su boca. Echo en falta ese delicado templo juanrramoniano que debía estar en la colina de los chopos de su Residencia de Estudiantes en Madrid. ¿Qué libro de JRJ destacaría usted? –La mayoría de los poetas coinciden en que la cima la alcanza con «Espacio» y «Diario de un poeta recién casado«. Como a mí la gracia de la poesía no quiso dármela el cielo, me quedo con su prosa poética completa, entre ella «Españoles de Tres Mundos«, «Tiempo» y los «Libros de Madrid«, claro.
Se ha escrito mucho de JRJ. ¿Ha tenido buenos críticos? ¿Qué libros le parecen más acertados? –Se escribe mucho más de Cervantes, del que por cierto Juan Ramón hace un luminoso juicio crítico. Solo puedo hablar de su prosa poética, género al que quiso convertir toda su poesía. Y entre los críticos vivos me quedo con Trueba, Blasco, Urrutia, Trigueros… pero me remito de nuevo a Carmen Pinzón, que sabe diferenciar muy bien el grano de la paja, yo soy un simple y modesto editor juanrramoniano y mero degustador… ¿Se le tiene algo olvidado en estos tiempos? -Espero que estos nuevos tiempos abandonen los excesos del entretenimiento realista y los sustituyan por la mesura, humildad y prudencia del conocimiento con «toda ciencia transcendiendo», que dijo Juan de Yepes. Ahí entraría también Juan Ramón y su poesía pura. Ya intuyó Valente que ciencia y poesía se tocan. ¿O acaso hay explicación científica a la caída veraniega del coronavirus más allá de la certeza popular y estadística? ¿No fue Nikola Tesla considerado un mago antes que científico por «descubrir» las energías eléctrica e inalámbrica? ¿Leonardo era Ciencia o Arte? ¿Con qué versos nos quedamos de JRJ? –Yo me quedo con «Intelijencia dame, el nombre exacto de las cosas». ¿Y que adjetivos le pondríamos a este poeta? –Para uso de reptiles varios él se puso «andaluz universal». Yo añadiría «jenial».
AUTOBIOGRAFIA JUANRRAMONIANA DE FEDERICO UTRERA. Mi abuela Virginia Muley, le puso a su hijo de nombre «Juan Ramón«. Eso lo dice todo. De pequeño leí «Platero» como todo el mundo y ahí concluyó mi infancia juanrramoniana en Almería. Ya en Madrid me crucé con Carmen Hernández Pinzón, sobrina-nieta del poeta. Cuando me dijo que poseía material inédito del Premio Nobel me propuse editarlo dentro de una colección donde iban a estar otros Nobel españoles como Echegaray o extranjeros como Wole Soyinka. Luego el destino jugó sus cartas y me absorbió leyendo todo lo que pude de Juan Ramón, incluida su Prosa Completa. Y comprendí que, si se sabe ver, la poesía mueve el mundo. Carmen eligió los textos, yo organicé la producción del libro y encargué la edición de los inéditos «Libros de Madrid» al poeta José Luis López Bretones, que me sacó de mi primera ignorancia que diría Cervantes. El prólogo era de José Angel Valente, que murió durante el intento y del que guardo un imborrable recuerdo con su coqueta casa-museo de Almería. Le suplió el poeta y profesor canario Andrés Sánchez Robayna, que nos ayudó mucho. Y entre todos sacamos «Libros de Madrid» adelante. Lo presentamos en el Archivo Histórico Nacional de Madrid con una exposición comisariada por Carmen y en el Ateneu de Barcelona con el poeta José María Micó y el Centre d´Estudis i Documentació Zenòbia Camprubí de Malgrat. También entregamos el libro en mano a Umbral en su dacha de Majadahonda y nos dedicó un artículo muy emocionante.