Editorial Hijos de Muley Rubio

Francisco Giménez-Alemán escribe sobre Carlos Pérez Siquier, Juan Goytisolo y Federico Utrera

Francisco Giménez Alemán: artículo sobre Carlos Pérez Siquier y Juan Goytisolo que menciona los escritos de Federico Utrera sobre el novelista a propósito de la relación con el fotógrafo

MANU RAMOS. El reciente fallecimiento del mítico y original fotógrafo Carlos Pérez Siquier (1930-2021) ha originado una oleada de reacciones y necrológicas en el mundo de la cultura en toda España. Desde MJD Magazin queremos subrayar dos: el artículo del periodista y ex director de ABC y Telemadrid, Francisco Giménez Alemán, publicado en «La Voz de Almería» y el obituario personal del escritor y periodista, Federico Utrera en «Diario de Almería«, que ofrecemos a continuación: «El Lugarico: Pérez Siquier y Juan Goytisolo. Un acierto unir la letra de Goytisolo a las imágenes de belleza tomadas por Pérez Siquier» (Francisco Giménez-Alemán, 18 septiembre 2021). Dentro de la modestia de su talante, Carlos Pérez Siquier no quiso decir nunca públicamente que el libro «La Chanca» de Juan Goytisolo se inspiró en su colección fotográfica que mediados los años cincuenta hizo pacientemente nuestro gran artista de la cámara hoy desaparecido. El propio Goytisolo lo comentó en más de una entrevista al revelar el impacto emocional que le produjeron esas imágenes en blanco y negro, y que a partir de ahí comenzó a escribir la que sería una de las grandes obras del realismo literario español. Años después la Junta de Andalucía tuvo el acierto de maridar en una sola edición texto y fotos, de suerte que el lector tiene así la realidad de La Chanca narrada con viva crueldad por un excelso escritor e ilustrada por un genial fotógrafo almeriense.

Fotografía de Pérez Siquier por Guillermo Fuertes

De las muchas ocasiones que tuve de conversar con Pérez Siquier recuerdo especialmente el buen rato que echamos en el teatro de la Maestranza de Sevilla cuando recibió la medalla de oro de Andalucía de manos del presidente Manuel Chaves, como reconocimiento a su trabajo, a su incansable dedicación a la fotografía y a su acendrada pasión por nuestra tierra, porque si algo llevaba Carlos en el fondo de su alma era un almeriensismo sin fisuras. Una vez le pregunté que cómo se veía Almería por el objetivo, y en lugar de contestarme me cedió la máquina y solo me dijo: “Mira”. Comprendí entonces el verso de Antonio Machado: “El ojo que te ve no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”. Es decir, lo que el artista ve a través de su objetivo no es una foto porque tú la estés viendo, sino que es un plano que te capta a ti. No de otra forma puede entenderse el arte de este gran maestro de la fotografía, cuya habilidad consistía, por ejemplo, en retratar a la niña de La Chanca en su puerta con esa naturalidad expresiva de la que solo son capaces quienes están tocados por el don de la excelencia. Carlos era un genio al que podías ver con su guayabera paseando o tomando una caña sin dárselas de nada que no fuera su sentido de la amistad y de la empatía.

Federico Utrera y Juan Goytisolo en Tetuán (Marruecos) antes de la presentación del libro «España y sus Ejidos»

Algo distinto era al parecer Juan Goytisolo a quien solo he alcanzado a conocer a través de los escritos de nuestro paisano Federico Utrera. Un tanto distante y como encerrado en su mundo interior descubrió el paraíso en Almería de la que quedaría prendado de por vida. No se explicaba cómo se podía hablar de la belleza telúrica sin referirse a los paisajes de estas tierras, como así lo comentaba José Ángel Valente llegado, y anclado junto a la Catedral, de la mano del autor de Campos de Níjar. Así pudimos verlo por última vez en la tele cuando los Reyes le entregaron el Premio Cervantes y supimos que vestía un traje prestado con cierto desaliño indumentario. Acaso porque La Chanca, prohibido por la censura franquista -no se editó hasta 1962 y en París- fue considerado por la intelectualidad orgánica como libro maldito, o porque ponía de relieve las vergüenzas de nuestra ciudad, el caso es que Goytisolo no disfrutó de la popularidad que una obra tan descarnada podía haberle reportado. Y, además, su carácter apocado y ciertamente tímido no le ayudaba en nada. Revisen, si no, las imágenes del solemne acto al que me refiero en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, 23 de abril de 2014, en las que parece estar deseando que aquello termine cuanto antes, seguramente por su nula simpatía hacia la Corona y su aversión a la pompa y circunstancia.

Valente bromea, entre bailes, con su amigo Juan Goytisolo, en una imagen tomada en 1995 en el popular barrio almeriense de La Chanca @Francisco Bonilla

Sin embargo, personalidades tan distintas coinciden en la narración literaria y gráfica del drama secular de La Chanca, a la que uno y otro, con la pluma y con la cámara, le sacan el máximo partido en un libro que pasa a la historia de Almería como exponente de la incuria de los sucesivos gobiernos locales y nacionales que permitieron la pervivencia de tal submundo, reino de la miseria, de la insalubridad y del tracoma. Fue un acierto por parte de la Consejería de Obras Públicas de la Junta, en edición de 2008, unir la letra de Juan Goytisolo a las imágenes de rarísima belleza tomadas por Carlos Pérez Siquier a lo largo de horas de caminatas por los vericuetos de La Chanca, sus cuevas, sus chabolas y sus fachadas multicolores. He recordado estos días a Carlos Pérez Siquier recibiendo la máxima condecoración andaluza en el Maestranza y la medalla de Bellas Artes entregada por los Reyes con el retraso que impuso la pandemia. Y me ha llenado de legítimo orgullo que un almeriense discreto y buena persona, artista genial e innovador de las artes fotográficas esté recibiendo el reconocimiento de toda España cuando, a los noventa años, se le ha cerrado para siempre el obturador de su retina-

Artículo de Federico Utrera sobre Carlos Pérez Siquier en «Diario de Almería»

Carlos Pérez Siquier, In memoriam (Federico Utrera). Recuerdo el día en que tuve que defender públicamente el criterio de Carlos Pérez Siquier cuando se quejaba de que una foto suya –precisamente la célebre “niña de La Chanca”- había sido “cortada” por un notable error de edición y recordé entonces como sus libros estaban en los principales museos, desde el Guggenheim hasta el Reina Sofía. Junto a Catalá-Roca y Schommer o los algo mas jóvenes César Lucas y Ouka Lele, el almeriense Carlos Pérez Siquier figura ya como un clásico vivo y así lo reconoce la Biblioteca de Fotógrafos Españoles de la prestigiosa editorial La Fábrica, que le ha dedicado un cuidado monográfico en la colección Photobolsillo. Olvidemos por un día ese refrán recopilado por el médico José Antonio García Ramos en su “Refranerillo almeriense” (Colección Batarro, 2005) que reza “pueblo pequeño, infierno grande. Siquier hizo inmensa la fotografía como arte en todo el mundo y eso sólo fue posible inmortalizando numerosas veces a un pueblo y a unas tierras generosas, altruistas y abiertas. Sería una pena que ese mismo lugar se lo perdiera como emblema de la ciudad y de ahí este obituario de carácter histórico.

La fotografía (montaje digital diríamos hoy) de Pérez Siquier sobre Picasso con Perceval y el autorretrato del pintor en su etapa «republicana». La periodista Julia Sáez Angulo escribió sobre este curioso episodio.

LA RELACION DE PEREZ SIQUIER CON LOS INDALIANOS. Cuando desde la más lejana periferia peninsular desembarcaba en Madrid durante los años 50 del pasado siglo, la extraña, original, plural y autodidacta forma de pintar de los indalianos, fue desacreditada desde las más altas instancias oficiales del franquismo. Un pintor y director del Museo del Prado y parte de los aduladores que esculpieron el Valle de los Caídos los calificaron como un movimiento pernicioso de “lamentables consecuencias” para la juventud que pretendía con su ejemplo confundir su espíritu. Su pintura era «absurda, fea, aberrante, extravagante, una torpe ofensa» a la estética “y a veces, a la moral”. Sus autores eran «revoltosos, analfabetos y locos«, debían caer en manos de «psiquiatras y frenopáticos«, y si salían indemnes del diagnóstico médico, tendrían que ser «excomulgados y encarcelados». Asemejados así a los apóstatas y a los delincuentes, debían rendir cuentas y ser sancionados, pues estaban incitando de nuevo a la guerra civil, en una suerte de venganza y revancha “suburbial” (supongo que por «La Chanca») de los que la perdieron. La Chanca, el barrio de pescadores y obreros que se convirtió en uno de sus emblemas y sirvió a menudo de escenario para estos artistas, se convertía así en anatema antes de que la inmortalizase literariamente Juan Goytisolo y fotográficamente Carlos Pérez Siquier desde el grupo AFAL. Porque para el establishment cultural de la época, hubo un momento en que los peligros estéticos que se cernían sobre España eran tres: «cubistas, surrealistas e indalianos». Y entre ellos, subrepticiamente, andaba un joven fotógrafo que aprendía en los arrabales del editor y también fotógrafo José María Artero (Librería Cajal), llamado Carlos Pérez Siquier. Este fue el apéndice fotográfico de la pintura indaliana, una historia que está en la génesis de la formación del grupo AFAL.

La fotografía de Pérez Siquier en la exposición «Oculos» de la Fundación Telefónica que no le gustó al poeta y político Luis Alberto de Cuenca

Por Madrid también pasó su fotografía para la exposición «Óculos«. Y entonces escribí que «hay glúteos para todos los gustos, como se encargaba de señalar el político y poeta, Luis Alberto de Cuenca, que escribía el prólogo pidiendo disculpas pues él cuando habla de «culos» lo hacía “en femenino y en guapo, para que mi imaginación no se atrofie con visiones o pensamientos repelentes”. Me pareció una desconsideración a esos «culos» que exhibía Pérez Siquier y por eso escribí que cuando se mira sólo a la derecha y de reojo, además de tortícolis, se padece miopía, pues los prejuicios impiden observar obras de arte que, aunque sean en masculino o en feo, hacen vibrar el alma humana mucho más que los tics exclusivamente publicitarios o comerciales. ¿Como despreciar la fotografía de Carlos Pérez Siquier –ya con sala permanente en el Museo Casa Ibáñez de Olula del Río-, pionera de la atónita mirada hacia lo desinhibido y desprejuiciado, aún estando en los cánones oficiales de la fealdad? ¿Por qué huir de la ligera pluma que se desliza por ese voluptuoso –y ciertamente ancho- desfiladero con que Ralph Gibson, pionero de la fotografía moderna, nos complace?. La «atrofia» y el «repelús» no se comprenden si sólo se evalúa el género del modelo en una obra de arte o se analiza bajo los parámetros más convencionales. Sólo si es mediocre o está mal hecha, sea ésta masculina, femenina o andrógina, debería motivar nuestro rechazo. Y aún prescindiendo de Mapplethorpe, para no caer en el elogio fácil y reconocido, ¿acaso las fotografías de Catany, Fontcuberta, Klein, Messelas y sobre todo la más impactante de Ritts no son capaces de conmover al más coriáceo de sus observadores? Perdérselas por prejuicios educacionales es una lástima que empobrece más al crítico que a su objeto. El poeta Jaime Gil de Biedma, paradigma para otros muchos vates, también se hubiera asombrado. Hoy es el día en que entierran en Almería a Carlos Pérez Siquier y le ruego me excuse por este improvisado obituario personal sobre su ya hoy leyenda artística.

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