Teresa Flor Plaza y Enrique Vegas Rioja.
Son muchos los autores y autoras, homosexuales y lesbianas o no (en adelante, al referirnos a los homosexuales estaremos haciéndolo también al colectivo de lesbianas), que han abordado el mundo de la homosexualidad desde distintos puntos de vista a lo largo de la Historia. Ha habido aproximaciones a la cuestión desde el mundo de la medicina, tratándolo de normalidad o anomalía, según el grupo gobernante de turno, según la moralidad imperante en cada época histórica o según la moda dictada por la sociedad. La literatura, el arte (en todas sus facetas), la sociología, etc., también ha coqueteado con este grupo humano.
Podríamos hacer un recorrido por la Historia para ver cómo el homosexual ha sido cuidado, mimado o denostado, según la época; cómo se le ha considerado tabú, bufón o persona sagrada, o cómo ha sufrido el rechazo de una sociedad pacata que ante los demás lo denigraba y en cambio lo buscaba en la soledad y oscuridad de los rincones.
No es éste el objeto perseguido, sino más bien el acercamiento al mundo actual de la homosexualidad y más concretamente a sus mecanismos de defensa, conscientes o no, ante una sociedad que se dice democrática, solidaria y comprometida, pero que sigue utilizando los mismos tópicos vergonzantes, de los que seguramente las víctimas no son del todo inocentes, ya que, por una parte, no dan el paso para salir de la oscuridad, «salir del armario», y dejar de ocultar su tendencia sexual, y por otra, al reunirse y organizarse en grupos beligerantes, concentrarse en locales de ambiente o suscribir encendidas proclamas, no consiguen la aceptación de la sociedad y su integración, sino que se aíslan aún más. La aceptación social se conseguirá a través de la educación y la normalidad, y no de la beligerancia.
No obstante, según en qué sector se mueva, el homosexual lo tendrá más fácil o no. En el mundo artístico, por ejemplo, siempre ha estado mejor visto o más tolerado que en el mundo militar, eclesiástico, de la política o de las finanzas. D. Fernando Bruquetas, autor del libro «Outing en España», reseñado en la bibliografía, cita unas palabras de Luis Antonio de Villena:
(1) «es difícil decirlo, más difícil vivirlo y casi impensable declararlo… Decir en público que se es homosexual no es cómodo y tiene, a priori, más inconvenientes que ventajas. El interesado, o interesada, ya sabe que tendrá que asumir, desde el cumplido a la sorna, pasando por la pura mala leche, las habituales expresiones: ¡Mira el maricón ese! ¡Joder con la tortillera!» Más adelante, sostiene que «salir del armario es uno de los caminos para la necesaria normalización homosexual, que sin embargo, debiera saber que ni el voto rosa, ni la nación marica (queer nation), un invento americano, son ningún fin, ningún espléndido desideratum», porque «vivir en un gueto de hábitos y estilos, por ilustre que parezca, ayuda a que muchos vivan normalmente, felizmente, pero nadie tendría que vivir, a la postre, en un gueto». En su opinión, «el buen fin será el de todos con todos, iguales y diferentes», porque la sexualidad no se divide, como pretenden hacernos creer, entre hetero y homosexuales. Cuando se hace un estudio de este mundo (el de la homosexualidad), tiende a mostrarse su lado tópico, cutre y vergonzante, o a subirlo a los altares, mostrando sólo el lado bueno, sensible y tierno de estos individuos pero, como personas que son, actúan como todos: unos mejor y otros peor. Ni todos son buenos, ni todos malos: hay de todo porque son humanos y pertenecen a esta sociedad y conviven con ella y sus contradicciones. No se puede caer en el tópico del «homo» bueno y sensible, como Inma Serrano (2) que tras su relación con su productor (homosexual declarado), se da cuenta que «hay el mismo número de cafres entre los homosexuales que entre los heterosexuales, y te das cuenta que ser homosexual no es sinónimo de ser buena persona, ni de ser interesante, ni nada de nada».
¿Qué pensaba la Srta. Serrano?, ¿que ser homosexual es sinónimo de santidad? El morbo por su lado oscuro, hace que muchos renombrados personajes jueguen con la ambigüedad, sin mostrar verdaderamente sus cartas. Sólo en el mundo de la farándula, personajes tan conocidos como Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Lluis Llach, Raphael, María del Monte, Isabel Pantoja, y un largo etcétera, juegan el juego del despiste, y el mismo Lluis Llach (3) nos dice «hay que ir con cuidado para no perder los papeles: los intereses y la manipulación forman parte del espectáculo» (la negrita es nuestra).
Los guetos, que brillantemente citaba más arriba Luis Antonio de Villena, no siempre son asumidos de forma consciente por sus propios componentes. Aparecen de forma inconsciente y se van constituyendo como una defensa ante las agresiones, directas o indirectas de la sociedad, y cuando quieren darse cuenta, los individuos ya están integrados y se convierten, así mismo, en buscadores de prosélitos para que la atarazana defensiva vaya tomando cada vez más cuerpo y se vuelva inexpugnable y pasar a la ofensiva. Dichos guetos existen en todos los sectores sociales con la misma distribución clasista de la sociedad para el resto de los individuos que la componen. El mundo laboral no podía ser una excepción al respecto, ya que los homosexuales también comen, visten y se divierten como todos los mortales y para podérselo pagar, deben trabajar, según la maldición bíblica. No obstante, parece que para ellos, la maldición fue doble, ya que sus conciudadanos no se lo facilitan mucho, y tienen problemas antes de ocupar su puesto de trabajo, durante el trabajo y hasta después de haberlo dejado, en función de los informes que quieran dar sus patronos.
1. BRUQUETAS de CASTRO, F. Outing en España: los españoles salen del armario. P.p. 40 Hijos de Muley Rubio, Madrid, 2000
2. Revista ZERO, n1 5, Pag. 95
3. BRUQUETAS de CASTRO, F. Id. Pag. 66