«La publicación de la extensa labor de crítica literaria y artística de mi colega almeriense Federico Utrera en las páginas de diarios y revistas entre 1988 y 2008, reunida ahora en el volumen Cordel de Extraviados, es una buena noticia para cuantos nos preocupamos por las lagunas y carencias de nuestra vida cultural», señala el escritor Juan Goytisolo en este primer volumen digital del «Cordel de Extraviados», titulado «Shakespeare, Cervantes y otras disidencias».
Y el autor describe el libro así: «Mi padre había muerto hacía unos días. Yo tampoco creo en esa teoría según la cual nos convertimos en “verdaderos adultos” cuando mueren nuestros padres porque es cierto que nadie llega a ser nunca un “verdadero adulto”. Digamos que ese día volví a renacer o simplemente desperté. Su agonía en el sanatorio, donde lo ingresamos con un cáncer grave que él supo llevar con disimulo para no alborotarnos, no fue demasiado trágica. Médicos de las Unidades de la Muerte (“Paliativos” le llaman técnicamente) fueron sinceros: eutanasia o sufrimiento. Elegimos la morfina. Pudo despedirse así, sonriente y en paz, de su familia y amigos. Cuando llegué a casa, tras muchos días sin dormir, me acerqué a su despacho. Una fina capa de polvo envolvía el lugar en el que había pasado sus últimos momentos antes de acompañarlo de la mano al moderno patíbulo hospitalario. En su mesa, un libro abierto: “William Shakespeare. Obras Completas. Editorial Aguilar”. Leí por primera vez a Shakespeare más por la intriga de conocer cual había sido su curiosidad última que por el prestigio del de Stratford. ¿Por qué dejó o quedó ese libro abierto? En cualquier caso, a él se lo debo».
Más adelante añade: «He estado varias veces en Cervantes y muchas más con Cervantes con lo que mentiría si no reconociera que es mi escritor preferido. Por eso mismo soy reo de un dogma no demasiado compartido: creo que no se puede aspirar en serio a ser escritor en castellano si no se ha comprendido a este perro viejo de nuestra literatura. Yo lo había leído, pero a entenderlo mejor me ayudaron los libros de Américo Castro y Márquez Villanueva, pero también los de Leandro Rodríguez, que navegan a contracorriente del próspero y rico cervantismo oficial. Sin embargo, la afiliación a esta escuela ha de hacerse en secreto o al menos con discreción, si no queremos ser tachados de locos, como el propio Leandro, o como en su tiempo Cervantes Saavedra. Sus juegos, espejos, acertijos, jeroglíficos y ambigüedades literarias han sido para mí más atractivos desde que conocí a este heterodoxo investigador, que fue quien me empujó a la relectura de la obra cervantina con bastante más placer que la primera vez».
A continuación explica su selección de escritores: «He excluido con pena de esta “suite” –lo menos malo que soy capaz de hacer, que diría Van Gogh– los artículos sobre Erasmo de Rotterdam, porque se recogen en un libro sobre los poetas Panero, aunque no me he resistido a sustraer el que aparece sobre Arias Montano y su editor Plantino, eminencias librescas a las que admiro. A Felisa del Valle, traductora y descendiente de Fernando de Rojas, mujer culta y elegante de cuya conversación disfruté en varias ocasiones, le dedico el de Celestina. Y a Luciano Rubio, que me obsequió con el título de “sobrino” al rubricarme sus clandestinos trabajos, la descripción de su extraño caso. Su acercamiento a los autores de las tres culturas que hicieron en su tiempo a España cabeza y pensamiento del resto del mundo, así como el rigor, profundidad y precisión de sus obras, lo consagran como uno de los mayores arabistas del siglo XX, por más que aún sea un completo desconocido entre el áspero gremio de los eruditos».
Y concluye: «Los sarcasmos con los que Mariano José de Larra describía el ejercicio del periodismo me han ayudado a sobrellevar los aspectos menos amables de esta profesión. Por eso lo he incluido entre mis “Disidencias” de esta primera parte, junto a Pedro Calderón, Baltasar Gracián y Tomás de Iriarte. De estos tres últimos aprendí los sinsabores que acarrea pensar diferente en España, lamentos que por fortuna no tuvo que entonar Charles Perrault en su país».
Índice:
– Shakespeare in love
– Shakespeare, Gran Reserva
– El Rey Pou (Lear)
– Un lugar de la Mancha llamado Cervantes
– Concervantes y colorantes
– Los milagros de Cervantes
– Un acertijo cervantino
– El pintor de la mano estropeada
– Sobre Celestinas y otras yerbas
– El espíritu de Arias Montano
– El extraño caso de Luciano Rubio.
– Amar después de la muerte
– Baltasar: Gracias por «El Criticón»
– Charles Perrault y Cenicienta Letizia
– Las fábulas de Iriarte
– Larra y los nacionalismos
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