Editorial Hijos de Muley Rubio

España y sus Ejidos

 

Juan Goytisolo  (Fotografía de Sergio Caro)
Juan Goytisolo
(Fotografía de Sergio Caro)

José María Ridao
Escritor y diplomático. Presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
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Releyendo los textos del libro España y sus Ejidos de Juan Goytisolo he tenido la impresión de que se justifica por dos ideas. La primera porque nos muestra una clara metamorfósis y la segunda porque transluce un profundo desengaño. Esa metamorfósis hace que España pase de ser un país de emigrantes a otro de inmigrantes, y es importante insistir en esos términos y no lanzar retrospectivamente el término «inmigrante» para definir lo que ocurría en la España de los años sesenta y principios de los setenta, pues si lo hacemos, no seremos conscientes de lo que el libro está advirtiendo y poniendo encima de la mesa. Y es que detrás de esos dos términos, «emigrante» e «inmigrante», existe este extraordinario desengaño que mencionaba. Pensábamos que por el hecho de haber sido un país de emigrantes, esa circunstancia nos ayudaría a entender nuestra propia situación como país de inmigrantes. Sin embargo, como demuestra El Ejido, esa localidad que está aludida de algún modo en el título, eso no nos beneficia, sino todo lo contrario. Lo que se va viendo a medida que avanza este libro es que la imagen que hoy poseemos de la inmigración y la que teníamos antes de la inmigración han empezado a convertirse en la cara y cruz de un fenómeno: el movimiento de personas a través de las fronteras. 

Dicho en otros términos, lo que se ve claramente en España y sus Ejidos es la idea de que los españoles, -concretamente los españoles del sur, y si me permiten una concesión biográfica, los españoles de mi propia provincia de Almería-, han ido construyendo una imagen de su condición de emigrantes tan idealizada en algunos aspectos que se ha convertido en la mejor manera de poder perseguir y condenar a los inmigrantes. Se está creando a mi juicio una dinámica peligrosa entre estos dos términos, que han salido ya de esa escena polarizada y se han quedado simplemente en una sola palabra: «inmigrantes». Ese espejismo tan idílico no se refiere al padecimiento, que fue real y muchos lo vivimos en nuestras propias familias, sino a la creencia de que desde España en general, -y de Almería y de El Ejido en concreto-, se salía al extranjero con toda la documentación en regla; que el emigrante español iba dispuesto a trabajar incluso en las peores condiciones; que nunca prestaba atención a las condiciones de vida en las que se encontraba en Francia, Alemania u otros lugares… Hay que explicar que esto no fue así.

Los españoles salían desde Almería -y el editor Federico Utrera lo conocerá bien también por razones biográficas iguales que las mías- de similar manera a como los africanos y marroquíes llegan ahora a España. Lo que hoy son las pateras, en la Almería de los años sesenta eran unas furgonetas que se dedicaban a realizar un trasvase permanente de trabajadores hacia Alemania. Ellos iban sin documentación en muchos casos, pero se enfrentaban a una situación radicalmente distinta a la que hoy viven los inmigrantes. Si en los años sesenta los capitales no podían viajar y era considerado delito la denominada «evasión de divisas», los trabajadores en cambio lo tenían infinitamente más fácil que ahora. Se podía conseguir la documentación en el punto de llegada, y con gran facilidad, la incorporación a la seguridad social, regularizando así la situación legal. Ahora, para oponerse a la inmigración, se está creando en algunas zonas de España, y concretamente en el sur, una especie de mito que consiste en creer que desde nuestro país todo el mundo salía documentado y con los papeles en regla. Pero eso no era decisivo en esos momentos.

El otro mito consiste en pensar que no se daba importancia a las condiciones de vida y tampoco es verdad. Por supuesto que se otorgaba relevancia a eso y los que tuvimos relación con la emigración en aquel entonces somos conscientes de las quejas de nuestros familiares por las dificultades para acceder a una vida mejor. Y es que a veces se construye esa idea -sobre todo por quienes fueron algun día emigrantes y hoy son patronos que emplean inmigrantes- para amparar algo que resulta inadmisible: el hacinamiento y las condiciones de vida de los trabajadores que vienen a encontrarse en una situación similar a la que ellos descubrieron cuando fueron a otros países europeos y que son de todo punto inaceptables.

Mi lectura de España y sus Ejidos la he realizado desde esta perspectiva, percibiendo nítidamente la metamorfosis que hemos vivido, que es en primer lugar lingüística, de «emigrantes» a «inmigrantes». Si analizamos la prensa española, hace diez años se utilizaba indistintamente el término, mientras que hoy ya sólo se habla de inmigrantes, no exclusivamente para referirse a los que vienen a España, sean marroquíes o tanzanos, sino para denominarnos a nosotros mismos cuando salíamos al extranjero, ocultando así toda esta realidad. El gran valor de este libro es mostrarnos paso a paso este cambio semántico y ese desengaño de Juan Goytisolo y de muchos ciudadanos españoles que, en lugar de aplicar lo que Todorov refiere -en uno de los mayores hallazgos del ensayismo europeo contemporáneo- como la diferencia entre la memoria literal (puesto que nosotros sufrimos tenemos derecho a hacer sufrir) y la memoria ejemplar (puesto que nosotros padecimos, lo que deseamos es que nadie padezca lo mismo), se decepcionaron por el hecho de que se aplicara la memoria literal y no la ejemplar, teniendo un comportamiento muy distinto con quien llega a un país extranjero para trabajar.

Juan Goytisolo resume esa desilusión por esa metamorfosis en un artículo incluído en este libro que evidencia una vuelta atrás y que le produjo un desengaño con otra localidad tan propia, como es la de Níjar. Y también queda patente en un capítulo que titula con un aforismo, «quien te ha visto y quien te ve», que intenta reflejar como la España de los emigrantes no se acuerda para nada de su condición y muy al contrario la idealiza en algunos aspectos para poder condenar mejor así a los inmigrantes y darles o justificar unas condiciones de vida incluso más duras que las que ellos vivieron. Los sucesos de El Ejido son una prueba clara de esto que Juan Goytisolo advirtió antes de que sucedieran, y es que este escritor tiene una dilatadísima y muy singular experiencia con respecto a la inmigración. No obstante, la razón principal por la que este libro debía existir y por la que aporta un valor añadido a ensayos que se podían leer en otras obras suyas, es que pocos textos como este muestran ese tránsito tan sutil y al mismo tiempo evidente que se ha suscitado en esta España que fue a llamar a las puertas de Europa para conseguir justamente lo que marroquíes y el resto de africanos vuelven a pedir tocando ahora a las suyas.

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